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GASHERBRUM I '83
GASHERBRUM I '83
PARED IMPOSIBLE DE ATRAVESAR
El relato de Jerzy Kukuczka sobre su colaboración en la montaña.
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Nos esperaba Hidden Peak, y más exactamente su pared suroeste. Los suizos ya no estaban. Estábamos solos. El tiempo se estropeó. Nevaba. Nevó el primer día, el segundo…Cada día nos levantábamos por la mañana, salíamos de nuestras carpas y mirábamos al cielo, pero seguía nevando. No se veía nada. Seguía cayendo la nieve. Las horas entre las comidas estaban más duras. Cada uno se encerraba en su carpa. Leíamos hasta última palabra todos los libros y cada trozo del periódico viejo. La instrucción sobre toldo de la carpa la sabíamos de memoria. Wojtek estaba empollando el vocabulario francés, yo el inglés. ¿Cuándo por fin tendríamos la cena? Pasaron dos semanas y seguía nevando. En cierto momento tu compañero empieza a molestar. Por muy bien que me llevaba con él, necesitaba soledad. Cogí la chaqueta y me fui a donde sea, a unos dos kilómetros hacía adelante. Quería estar solo. Totalmente solo. Con inacción y este tipo de espera sentía que mi mente empezó a colapsarse. Casi llegué a conclusión de que tendríamos que regresar. De que no había posibilidad del ascenso. No podíamos ni siquiera mover el dedo.

19 de julio de repente apareció el sol. Nos quedamos con Wojtek sin palabras, mirando encantados a las montañas altas bañadas por el sol. A continuación, fijamos la vista solo en un lugar. En un lugar donde se encontraba el caldero hinchado de nieve a los pies de la pared suroeste. Y era cuando nos habíamos dado cuenta de que de la parte superior del caldero empezó a bajar la avalancha. Nos quedamos petrificados, sintiendo mucho miedo, pero también el gran alivio. Todo esto podría haber caído sobre nosotros.

La última noche de cada expedición es muy complicada. Todo lo que se podía conseguir era sueño poco profundo e intranquilo, interrumpido por las pesadillas. Y había que salir a la madrugada. Salimos para el Hidden Peak a las dos de la mañana. Con el corazón en un puño recorrimos lo más rápido que habíamos podido este extremadamente difícil caldero. Empezamos la escalada por abruptos campos de nieve, que se convertían en unos campos de hielo después de unos cientos metros. ¡Maldita sea! – resoplaba- no había manera de poner los tornillos. Veía como lo intentaba una vez y otra. Le temblaban los gemelos por el esfuerzo de llevar mucho rato en un pequeño saliente de roca, en el que se sujetaba solo con una punta de su crampón. No quedaba otra que cuatro horas de excavación en el hielo, lo que nos permitió montar una carpa, cuya parte colgaba sobre abismo de varios cientos de metros.

Decidimos subir mañana. Solo surgió un problema, que no había sido fácil de solucionar. Precisamente este mismo día tenían que llegar al campo base los porteadores. ¿Cómo informarles que estábamos en las montañas y de que nos esperasen? Éramos conscientes de que estas personas eran analfabetas, al menos en el sentido europeo. Quizás alguno de ellos supiera leer, pero “los gusanitos” de la lengua urdu, no los conocíamos nosotros. Tras pensar mucho nos decidimos por preparar una carta…dibujada. Les preparamos la comida y la dejamos en los bidones abiertos. Teníamos la comida en abundancia, pero por si acaso escondimos bien algunos manjares, que nos vendrían bien al retornar. Entre ellos: la última lata con mi codillo preferido. Nos estábamos arriesgando que, al volver de la montaña, no quedara nada. Podíamos perder las carpas y todo el equipamiento. Llegamos de todos modos a la conclusión que solo sería perdida de bienes materiales. Arriesgándolos, no perdíamos la oportunidad de alcanzar la montaña. Para eso habíamos llegado hasta allí.

Por la mañana era mi turno. Por fin encontré una minifisura, donde metí el clavo más pequeño. Animado por aseguramiento, más bien psicológico que real, decidí realizar unas maniobras arriesgadas que me llevaron a un terreno algo más fácil. Ese día montamos el vivac a una altura de 7200 metros. Nos encontrábamos delante de una barrera de rocas, imposible de atravesar a esta altitud. Retrocedimos con la decisión que debíamos volver a intentarlo. Pero ¿Por dónde?

A Wojtek se le cayó el crampón. En la pared de hielo así, uno no se puede convertir en “una cigüeña” y utilizar solo una pierna. No conseguía conformarme con ello. Después de haber pasado veinte días de espera, ¿estar tan cerca de la cima y resignar?

- Intentemos hacer lo siguiente…yo lideraré, crearé los escalones en el hielo donde sea posible y tu puedes ir siguiendo mis huellas…

Wojtek aceptó mis ideas irracionales. Caminamos unos cien metros, doscientos. De repente había visto el crampón de Wojtek. No me lo podía creer. En comparación con esto, es mucho más fácil encontrar una aguja en un pajar.

8068 m.n.p.m
Cumbre
23 de julio de 1983

El hecho de haber encontrado lo perdido nos había levantado tanto el animo que sin más problemas llegamos a la cima. La nueva ruta de la pared “imposible de atravesar” se convirtió en realidad. Desde la cima solo tengo recuerdo de un tiempo maravilloso, gracias al cual estuvimos sentados allí casi una hora. Es una cima muy bonita, es clásico cono nevado. Sacamos unas fotos muy bonitas. Habíamos conseguido muy buena aclimatación, con lo cual podíamos sentarnos, descansar, contemplar los encantos del panorama e intercambiar las impresiones de la escalada exitosa. Un momento ininterrumpido de la reflexión. En la cima de Hidden Peak simplemente se estaba bien. Al descender por la ladera, vimos desde lejos nuestras carpas, las peores suposiciones no se llevaron a cabo. Los porteadores estaban por allí.

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