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MOUNT EVEREST '80
MOUNT EVEREST '80
EL SABOR DE LA FAMA

Desde Varsovia me llamó Andrzej Zawada.

— Jurek, ¡Enhorabuena! Tengo una propuesta para ti. ¿No te gustaría unirte a nosotros en la primera expedición invernal al Everest? Empezamos en menos de dos semanas…

Fue una llamada muy importante para mí. Significaba que alguien estaba convencido de que sería capaz de escalar una montaña alta. Sin embargo, la situación en casa estaba complicada. Celina estaba en un estado avanzado de embarazo, debería dar a luz a inicios de enero, el parto podría ser difícil.

Tenía el teléfono pegado a mi oreja, estaba escuchando las palabras de Andrzej, pero no contestaba nada. Seguía escuchando y a la vez pensando.

Everest en invierno, el mismo bajo el que estuve hace unas semanas, pero sin derecho al poder tocarlo. Una oportunidad como esta podría no volver a presentarse...

La voz de Andrzej no se detenía, empecé a desmoronarme. Descubrí en este flujo de palabras una oportunidad. Andrzej quería organizar también una expedición en la siguiente primavera. Es decir, primero en invierno y luego al tener ya todo el equipamiento llevado al pie de la montaña más alta del mundo, intentar a conquistarla una vez más en primavera. Entonces le contesté:

renuncio participar en la expedición en invierno, pero en primavera soy un candidato seguro. No puedo hacerlo de otra manera. Colgué el teléfono que estaba caliente y húmedo del sudor.

Montamos un campamento bajo una barrera de rocas, nuestro principal desafío de nuestra ruta polaca al Everest. . Era alta, casi vertical y se encontraba a más de 8000 metros de altitud. Necesitábamos superar este tramo rápidamente. Era mi turno y el turno de Rysiek Gajewski. Logramos superar la parte más difícil de esta barrera. Mucho tiempo después descubrí que era el tramo más difícil que había escalado en el Himalaya. Si tomáramos como medida un sistema de seis grados que solíamos tener en las montañas Tatra para evaluar dificultad de una escalada, este tramo de barrera rocosa merecía un cinco, lo que en otras palabras significaba “extremadamente difícil”. El hecho de pasar este tramo a esta altura me costó tanta fuerza, que en cierto momento de este esfuerzo me mojé los pantalones. En realidad, se trataba de un tramo de ocho a diez metros, pero había momentos en los que mi visión se nublaba debido al esfuerzo extremo. Conseguimos los cuarenta metros, pasamos por algunos puntos más difíciles, otros algo más fáciles, pero en general la escalada había sido muy dura. Lo más crucial era pasar estos ocho-diez metros que permitían atravesar toda la barrera y abrir el acceso a una pendiente nevada donde deberíamos montar el último V campamento.

Aun no se había dicho nada sobre un asunto más importante:

¿Quién iba a ir?

Realmente ocho, quizás nueve personas tenían la oportunidad para llegar a la cima. Nosotros con Andrzej éramos los jóvenes del grupo. Teníamos Lhotse conquistado, pero más de una vez escuchábamos:

¿Lhotse? Montaña fácil. Todos pueden hacerlo una vez.

Nadie lo decía directamente, nadie nos miraba por encima del hombro, pero una cosa estaba muy clara y dominante:

“Tomadlo con calma chicos. Nosotros tenemos la prioridad…”"

Al menos así nos lo habíamos tomado.

De la cacofonía de voces discutiendo, emergió el tono placido de la voz de Zyga Heinrich y se escuchaba sus tranquilas palabras. Su opinión se basaba no solo en su propia sabiduría como montañero, sino en una evaluación sobria y objetiva de nuestra situación. Hizo hincapié en su agradecimiento por el trabajo que Andrzej y yo habíamos hecho en la montaña. Zyga sabía que fuimos los más activos del equipo. Las otras voces se calmaron, solo se escuchaban los suspiros y algunos de ellos llevaban un dejo de resignación. Andrzej Zawada, el líder de la expedición se mantuvo en silencio todo este tiempo, simplemente escuchando. Llegó el momento de su turno. Todas las miradas se dirigieron hacía él.

-Creo- sus palabras caían en silencio absoluto...-Creo, que como primeros deberían ir: Kukuczka con Czok, porque están en la mejor forma. Detrás de ellos, el segundo equipo: Heinrich y Olech, porque se lo merecen. Vais los cuatro.

Zygmunt Andrzej Heinrich

Zygmunt Andrzej Heinrich (1937 – 1989)

Compañero de escalada de Jerzy Kukuczka. Juntos escalaron el Lhotse, el Cho Oyu y el Nanga Parbat. Murió durante la expedición al Everest en 1989.

Zyga, a quien conocí de muchas expediciones, era un hombre muy importante en la historia del montañismo polaco y alpinismo. Probablemente tenía la mayor cantidad de expediciones en su cuenta, pero rara vez llegó a la cima. Era un hombre típico de las montañas, podía vivir en ellas caminando entre el segundo y el tercer campo, convencido a la vez de que cumple debidamente su trabajo y además era algo lo que le daba la satisfacción. Siempre le ha faltado, al menos así lo juzgué, esa ambición para llegar a la cima de la montaña. Era demasiado cauteloso. Le faltaba un poco de ser algo más relajado, lo que permitía decidir en los momentos cruciales: “Me la juego y voy a ascender".

Andrzej Czok<

Andrzej Czok (1948 - 1986)

Compañero de escalada y amigo de Jerzy Kukuczka. Juntos escalaron el Lhotse, el Everest, el Daulaghiri. En 1986, durante la expedición a Kanghenjunga Andrzej Czok murió a causa de una neumonía provocada por mal de altura.

“Se sabía que Andrzej y yo seríamos los primeros en recorrer el último tramo hasta la cima. Estuvimos allí, demasiado tiempo en este punto tan alto, sabíamos seguro una cosa: teníamos que darnos prisa para ascender a la cima.

Zyga no protestó. Decidió que iríamos los cuatro."

Eran las 4 de la tarde cuando llegamos a la cumbre.

Llamamos al campo base. Estaban preocupados porque la última vez que nos pusimos en contacto con ellos fue desde la Cumbre Sur, cuando les dijimos que nos habíamos quedado sin oxígeno. Así que les habíamos dejado con la misma duda la que habíamos tenido nosotros: ¿si continuar hacia la cumbre o descender? Pero finalmente decidimos subir. Llegamos a la conclusión de que de ahora en adelante solo era asunto nuestro. Nuestros pulmones, nuestra visión con imágenes borrosas, nuestro “ser o no ser”. Ellos, allá abajo no habían podido presionarnos, de hecho, desde principio estaban en contra de escalar la montaña más grande sin uso de oxígeno. No sabremos nunca por lo que habían estado pasando después de que terminamos nuestro último contacto por radio desde la cumbre sur, terminando la conexión con la palabra habitual “cambio”. Los volvimos a llamar, estábamos jadeando horriblemente intentando decir que estábamos en la cima. En sus palabras de allí de abajo escuchamos no solo felicitaciones, alegría, pero se notaba también un gran alivio. Y sólo como si a través del eco de estas palabras me diera cuenta de que algo realmente había sucedido, que tenía la montaña más alta del mundo bajo mis pies. “cambio”.

8848 m.n.p.m
Cumbre
19 de mayo de 1980

En el aeropuerto de Varsovia nos esperaban los periodistas y medallas de oro por Logros Extraordinarios en el Deporte. Algo sucedía constantemente a nuestro alrededor, alguien nos apreciaba. La primera vez saboreé la fama. Primer día en el trabajo fue una experiencia bastante peculiar. Frente a la puerta de entrada a la fábrica fui recibido por la Dirección de “Emag” y sus empleados. Tenían una pancarta que ponía: “Bienvenido conquistador del Everest”. En el mismo lugar del trabajo, hace apenas algunos meses, tuve que esconderme por los pasillos y evitar de llamar demasiado la atención. Me costó conseguir firma de aprobación por parte del gerente para obtener permiso no retribuido. El otro director casi me echó fuera. Los mismos empleados solían protestar antes en voz alta: “tengo dos semanas de vacaciones al año y este tipo no está dos o tres meses. ¿Tiene que estar haciendo estas expediciones todo el tiempo? .

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