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LHOTSE ’79
LHOTSE ’79
A TRAVES DE LA CHIMENEA AL HIMALAYA
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Así empezó todo. Subíamos a las chimeneas y pensábamos en el Lhotse. Algunos trabajaban muchas horas, otros mucho menos, pero estos últimos lo compensaban haciendo trabajo administrativo u organizativo para una expedición. Por ejemplo, alguien tenía que encontrar y asegurar suministro de plumón, adecuado para nuestros sacos de dormir y chaquetas y además perseguir todo aquello, sin lo que no se puede prescindir en una expedición al Himalaya.

Era 1978. En la pared de la oficina colgaba un emblema nacional. Al lado de la mesa se encontraba un helecho raquítico. Las estanterías estaban repletas de obras de Lenin. A través de la ventana se podía ver alta, vieja chimenea, el motivo de la reunión. Habiendo escuchado la declaración del director nos levantamos de las sillas en las que apenas habíamos tenido tiempo de sentarnos. Parecía un juego.

-Si entendemos. ¡Tal vez en otro momento! Nos dirigimos a la puerta, pero el juego aún no había terminado.

-Esperad, ¿Por qué no lo hablamos?

El director sabía que sabíamos que el gigante como su Empresa Metalúrgica de Restauración puede hacer todo, incluso construir nuevo horno desde cero. El director tenía planes de acción y presupuestos enormes para todas sus actividades. Solo para el tema de renovación de chimeneas parecía no tener tiempo. De todos modos, insistió en que nos quedemos en su oficina.

- ¿Cuánto creen que tardarían en pintarla?

A través de la ventana se veía una alta y desgastada chimenea. Miramos hacía ella y torciendo la boca hacia abajo dijimos:

-Unas dos semanas. Tal vez pudiéramos dejarla lista en una.

- ¿Una semana? El director se río. -Únicamente montar los andamios llevaría más de una semana.

- Nosotros no usamos andamios.

- ¿Como lo hacen entonces?

- Con cuerdas.

A principios de septiembre llegamos al campo base del Everest y Lhotse, bastante agotados después de haber viajado por las llanuras, selva y maltratados por las sanguijuelas, que son una plaga y pesadilla en todos los matorrales de Nepal en esta época del año. Estábamos en un lugar del que tanto había oído y leído. En el lugar con el que había soñado tantas veces durante mucho tiempo. Buscamos lugar para las carpas y las montamos. Sacamos de los bidones todo lo necesario. Estuvimos ocupados durante tres días con interminables tareas de la vida del campamento a 5400 metros. Así fue el primer contacto con la altura. Incluso la tarea más simple fue agotadora para mi cuerpo.

Ahora solo una cosa me estropeaba el ánimo: que ascenderíamos al Lhotse por vía clásica y no aportaríamos nada nuevo a la escalada. Junto con Janusz Skorek y Andrzej Czok barajamos la posibilidad de ir ligeramente a la derecha y así hacer la directísima de la cara oeste. Todo esto fue el resultado de pensar en categorías de andar por las montañas Tatra y no valía la pena arriesgar tanto. Durante estas consideraciones, al pie de las montañas más altas del mundo, nació otra idea. Intentaríamos ascender al Lhotse sin oxígeno. Inicialmente, cuatro de nosotros decidimos intentarlo. Aparte de Andrzej Czok y yo, Janusz Skorek y Zyga Heinrich. De todos modos, Zyga renunció muy rápido. Un día anunció: - Es demasiado arriesgado ir allí sin oxígeno. Ninguno de nosotros se sorprendió. Hay que tener en cuenta que esta decisión la tomamos en los años en los que persistía la teoría sobre las malas consecuencias de la hipoxia cerebral en las alturas. Esto podía conducir a cambios permanentes en el cerebro. En nuestro campo base había una broma al respecto: -Ya verás, perderás la mitad de tus células grises y te quedarás tonto.

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Despacio, despacio…Diez pasos; descanso; esperando a que mis pulmones se calmen. Diez pasos de nuevo. Comenzó la batalla en la altura. Contaba los diez pasos, a los que había puesto mi reloj interno antes de permitirme el descanso, luego me obligaba a contar otros diez pasos. Lo peor sería rendirse y sentarse porque entonces el reloj dejaría de funcionar. Sería muy difícil volver a recuperar este ritmo. Nos quedaban los últimos pasos. Llegamos a la cumbre.

8511 a. s. n. m.
Cumbre
4 października 1979
La cumbre de la montaña era una enorme cornisa que colgaba como en el aire y era difícil decidir cómo y dónde parar. Saqué la cámara, una pesada “exacta” y tomé dos fotos: una con el banderín de mi primer Club de los Scouts de Tatra y la otra con una bandera blanco-roja con escudo de Katowice. No recuerdo muy bien que hicimos en la cima, excepto el hecho de sacar las fotos con una cámara que parecía un tempano de hielo…y que luego empezamos a bajar…

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