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MAKALU '81
MAKALU '81
ASCENSO EN SOLITARIO

“Jurek, ¡Ven! Estaba bajo la cara oeste de Makalu con Alex MacIntyre, René Ghilini y Ludwik Wilczyñski. No lo conseguimos, llegamos sólo a los 6700 metros. Pero creo que es posible conquistarla. ¿Quizás la cara sur del Lhotse? Me queda algo de dinero en la cuenta del club de Cracovia, pero tienes que conseguir el resto de pasta y traerla a Katmandú. Cuento contigo. Wojtek.”

Era mayo. Empecé a buscar el dinero de forma más rápida posible. Tenía que organizar la expedición prácticamente solo. Ya no podía contar con las chimeneas, porque quedaba solo un mes. En un mes era imposible encontrar este tipo de trabajo y llegar a finalizarlo. Tenía que intentar encontrar los patrocinadores.

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Apareció una barrera completamente nueva ante nosotros. Las compras…Lograr comprar algo en 1981, en las tiendas completamente vacías, sin ninguna mercancía, era absurdo. Había grandes problemas con todo. Incluso con la mermelada. Hace dos años, cuando estábamos organizando la expedición al Lhotse, se escogía las mejores cosas en las tiendas. Mercancías que no se iban a estropear en condiciones de Nepal, un jamón concreto, conservas…Y ahora uno estaba contento si conseguía pillar lo que sea. Empecé a recorrer varias oficinas sin parar con el fin de conseguir cualquier racionamiento adicional. Y así descubrí que incluso con los artículos de alta demanda, la cosa no estaba tan mal en el país. Tras insistir mucho conseguí racionamientos adicionales y me llevé una verdadera sorpresa. Es cierto que en las tiendas no había nada, pero los almacenes donde recogía los productos adjudicados, ¡estaban llenos! Por ejemplo, en Janów, en almacén de Społem (una Cooperativa de Consumidores en Polonia) me dieron las pasas y frutos secos. Me llevaron a una nave llena, desde abajo hasta arriba, de cajas con todo tipo de manjares. Me quedé perplejo.

- ¿Esto que es? Esto que…-murmuré. No hay estas cosas en ninguna tienda.

Para llegar a Makalu hay que andar un buen rato, es una de las rutas más largas que conduce a las grandes montañas. De normal se tarda doce días, nosotros lo conseguimos en diez. El camino era agobiante no solo en el sentido físico, sino también nervioso. Todo gracias al oficial de enlace que se nos había asignado. Desde primer encuentro sabíamos que íbamos a tener los problemas. Vino con otro tipo, que presentó como su amigo.

- Era oficial de enlace de la expedición americana y pregunten señores que obtuvo de ellos…

- Si ustedes no quieren preguntar, yo mismo les contaré. Recibió de los americanos ropa extraordinaria, pero no sólo eso. También un radio cassette estéreo. Lo cuento solo para que sepan que espero que nuestra colaboración sea igualmente fructífera.

Jerzy Kukuczka (1948 - 1989)

Jurek no tenía fama de tener postura atlética. Con gusto comía mucho. En las expediciones, era el único que podía distinguir por el olor las latas sin marcar que llevaban carne. Sus amigos le llamaban Sr. Codillo.

"- ¿Tú eres ese Kukuczka? No tienes pinta del alpinista en absoluto.... Markus, el guía suizo, no me miraba a los ojos en este momento, sino mucho más abajo, donde mi barriga poco atlética se dibujaba bajo mi cinturón. Había engordado un poco en los últimos cuatro meses ociosos, pero eso no era motivo para que me hablara con desprecio un tipo, delgado como un galgo, que se pasaba la vida sin hacer otra cosa que caminar por los Alpes. Hay un montón de tipos así por aquí. Alemanes, austriacos, suizos, en su mayoría guías de montaña. (...)

- Hablaremos a ocho mil metros - murmuré. - No me voy a molestar ahora con este tipo de comentarios.

Wojciech Kurtyka (1947)

¿Quién es Wojtek? En realidad, es difícil no conocerle, pertenece al top de los destacados escaladores de los Tatras, los Alpes y el Himalaya, tiene extraordinarias ascensiones en las montañas de Noruega, en 1979 hizo una nueva ruta en el Dhaulagiri con Ludwik Wilczyński, el inglés Maclntyre y René Ghilini. Es muy conocido en la comunidad, no sólo en Polonia. Me emparejé con él dos veces en los Alpes, una vez haciendo una nueva ruta por la cara norte del Petit Dru y el año siguiente, haciendo una nueva ruta en Pointe Hèlene en los Grandes Jorasses.

Ahora quería atacar el Makalu (…)

Hicimos una comida muy sólida y pesada. También con la carne. Escribo sobre esto con una leve sonrisa, porque Wojtek pronto había olvidado que no hace mucho pretendía ser un vegetariano. Ahora se ha retractado de estos principios, proclamando rotundamente que no puede conseguir nada en la montaña sin carne. Cuando me escribió, desde el campo base, me pidió que organizara sobre todo jamón y chorizo.... De algún modo, sorprendentemente, lo había conseguido y gracias a ello ahora comíamos como Dios manda.

Alexander MacIntyre (1954 – 1982)

Inglés muy vinculado a la comunidad montañera polaca. Acompañó a Wojtek Kurtyka en varias expediciones. Murió durante un intento de ascensión al Annapurna.

Teníamos visita. Reinhold Mesner con Doug Scott visitaron nuestra carpa. Se estaban aclimatando también cerca de nosotros antes de realizar el ambicioso plan de atravesar Makalu por su cara sur y descender por la cara noroeste. Les ofrecimos té al estilo “montañes”, aromatizado con alcohol desinfectante de nuestro botiquín. Me senté en la esquina, escuchando diferentes historias sobre las montañas. Wojtek fue uno de ellos, un importante y famoso escalador del Himalaya. Doug Scout también le conocía bastante bien, ya que Wojtek hizo algunas escaladas con los británicos en el Hindu Kush. Wojtek y Alex fueron los anfitriones y yo me encargué de la cocina. No me metía en las conversaciones, preferí escuchar. Sobre todo, porque incluso al rebuscar la casa entera, el sótano, mis cosas, de ningún modo conseguí encontrar la linterna, recogida cerca de la cima de Nanga Parbat. Si hubiera sabido que no era solo otro trasto, pero un valioso recuerdo familiar para Reinhold Messner, lo habría guardado en algún sitio especial en mi casa. Pero no fue así. Bueno, ya pasó.

Bebieron, se despidieron y se fueron.

- En primer lugar, hace malo. Ya ves que todos están renunciando, ya que sopla un viento muy fuerte. De segundo, tengo piernas congeladas. De verás no lo veo posible. Y era entones cuando dije algo que no había pensado muy bien:

-Entonces intentaré yo solo. Esto le sorprendió un poco. Pensó un rato antes de contestar.

- ¡Eh! Si estás convencido: inténtalo, pero es tu elección, yo no veo las posibilidades. Puedes ir. No estamos en las montañas para imponernos o prohibirnos las cosas. Si quieres intentar, adelante. Puedes utilizar mi equipamiento, coge todo lo que te haga falta.

- Muchas gracias. Sin embargo, me lo voy a pensar todavía un poco- dije. No fue una decisión fácil de tomar. Entraba miedo ante lo desconocido, pero también era consciente de que en cualquier situación sólo podría contar conmigo mismo. Creencia de que el éxito solo iba a ser posible en caso de que todas las condiciones me favorecerían.

¿Para arriba o para abajo? ¿Para arriba o para abajo? Al final decidí: para arriba. Solo no estaba tranquilo por una cosa. Hace media hora, sobre la una de la tarde, en un cielo azulado, había visto las estrellas que parpadeaban sobre Tíbet. Me senté al verlo, ya que nunca había visto algo similar. Cerré un momento los ojos, los volví a abrir, pero ¡allí estaban! Me limpié los ojos con mi guante, porque pensé que eran algunos copos de nieve que se habían pegado a mi pupila. No- ¡De verás son las estrellas! Había algunas estrellas en un cielo azulado. No era la fatiga que pudiese causar que no sabía lo que estaba pasando. No me golpeé la cabeza con algo pesado.

8463 m.n.p.m
Cumbre
15 octubre de 1981
Sobre las cuatro y media llegué a un collado bastante fácil. El último. Tras él estaba la cima. Solo algunos descansos más, solo algunos pasos más y algo que me había propuesto se convertía en la realidad, lo iba a conseguir en breve… El momento de alcanzar la cima es la experiencia más completa y hermosa para mí. En la cima encontré dos clavos de alguna expedición anterior, entre los cuales dejé el mío. Saqué de la mochila la mariquita de plástico que le había cogido a mi hijo de un año, Maciek, para que me diera suerte. La dejé al lado de los clavos. Fotografié el banderín en el piolet.

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